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domingo, 14 de abril de 2013

MindBook - 22: La Caja de Pandora (4)

Capítulos anteriores: 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21

Inquieto observó que, hasta el año 2050, el goteo de cuentas «canceladas» era constante, con un máximo (200) en 2045 y cantidades decrecientes hasta el último año en el que, entre un número inusualmente bajo de entradas intrascendentes, sólo aparecían dos. En la última, fechada en Julio, su padre había añadido el teatral y desestabilizante comentario: «Ya solo quedo yo». Fin de fichero.

Hasta Inquieto, en su santa inopia, conocía el significado de una cancelación de cuenta. MindBook era un sistema de afiliación obligatoria, por lo que, en su ámbito, «cancelación de cuenta» era sinónimo de «abandono del mundo de los vivos». Y también, a pesar de sus limitados conocimientos estadísticos, podía suponer que todo esto olía francamente mal. La edad y cantidad de los «cancelados» era incompatible con la esperanza de vida de la época. Dedujo que a su padre no le había alcanzado la «epidemia» por su pasividad en el foro de Internet, lo que le habría impedido ser reclutado por la «resistencia», y por su actitud permanente cauta y respetuosa con el sistema. Sencillamente, ni para «ellos» –que, sin duda, habían sido descubiertos– ni para MindBook, despertaba interés alguno. Consecuentemente, el hecho de que su padre hubiera finalizado sus días de muerte natural, parecía indicar que podía considerarse a salvo. Tras estas revelaciones, Inquieto empezó a considerar a MindBook como un sistema que, en determinadas circunstancias, podía resultar altamente tóxico. De repente, le asaltó la idea de que llevaba más de media hora en el cuarto de baño, circunstancia que, hasta hoy, nunca le había preocupado –Inquieto, optimista infatigable, pensó que su molesto estreñimiento crónico podría llegar a convertirse en una gran ayuda–. Por si acaso, decidió darse prisa.

El archivo correspondiente a 2051 presentaba una estructura completamente distinta. Ya no había cuentas que controlar y el interés de su padre se había centrado en el smartchip que les habían implantado el año anterior –Inquieto recordó el viaje al recuerdo de la mañana, el de la conversación «borrada»–. Al parecer, su padre estaba convencido de que los chips tenían «gato encerrado». El archivo estaba plagado de datos técnicos, imposibles de interpretar para él, relacionados con la red wi-fi domiciliaria que establecía la conexión entre las pantallas y el resto de terminales de MindBook, incluido el propio chip. Las notas de su padre dejaban muy claro que no pretendía hackear la red, lo que revelaría inmediatamente el intento, sino decodificar las señales de ida y vuelta que, en modo recepción, captaba el laptop, lo que era indetectable –Inquieto recordó que su padre se había dedicado a la informática antes de su obligado cambio de oficio a vendedor de smartKitchen`s–.  El archivo estaba repleto de conclusiones explícitas relativas al resultado de los experimentos que efectuaba su padre utilizando el software de e-business combinado con el receptor del laptop. Y los resultados de sus intentos no eran nada técnicos. Eran claros y diáfanos hasta para un lego como él: Error, Joder, No confirmado, Error, Mierda, ..., y así, todo el archivo. Evidentemente, 2051 no fue un  buen año.

Abrió uno a uno todos los archivos restantes y comprobó rápidamente que su padre no había tenido éxito. Cada año, el número de experimentos –de hecho, modificaciones del software– disminuía, como si a su padre se le estuviese agotando la inspiración o la paciencia –sin duda, pensó, la edad también contaba–. Pero lo que parecía evidente era que la actividad bidireccional existía –su padre registraba los tiempos de transmisión– y que era mucho más frecuente y continuada de lo que se podía esperar de las simples y esporádicas funciones que les habían explicado en el momento del implante. Lo que no consiguió fue decodificar la información. Otra preocupante incógnita –se lamentó Inquieto–.

Decidió dejar la consulta del blog del abuelo para más tarde. El tiempo corría. Cogió el mp3, conectó el cable de alimentación al usb del laptop y consultó la lista de canciones. Lo primero que le llamó la atención fue el nombre Rolling Stones. No eran santos de su devoción, pero los recordaba como el grupo competencia de los Beatles, famoso por su «show de las sillas de ruedas», que se mantuvo activo prácticamente hasta la muerte del abuelo en 2025. Recordó también que su música no estaba en MindBook, circunstancia que, en su momento, no le importó demasiado, pero que ahora empezaba a cobrar importancia. Miró el reloj. Mejor dejarlo y abandonar el reducto. Desconectó el laptop y el mp3 e introdujo todo el material en el armario del baño. Continuaría antes de dormir, lo que no despertaría sospechas. Ahora, se las quería ver con MindBook.

Continuará...

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