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jueves, 11 de abril de 2013

MindBook - 17: Alma solitaria

Capítulos anteriores: 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16

Alma –así le pidió ella que la llamase– sonrió. Su rostro irradiaba frescura y espontaneidad, dos de sus rasgos externos más característicos. Más bien, toda ella lucía radiante. Era la primera vez que se veían tras la muerte de su padre, paréntesis solicitado por Inquieto –así le pidió él que le llamase– y aceptado por ella sin demanda de mayores explicaciones, haciendo honor a su tácito convenio privado de independencia. También era la primera vez que visitaba su casa. Su relación íntima se había iniciado unos dos meses atrás, por lo que se podía decir que llevaban la mitad de su tiempo de pareja en estado de Pause. La había conocido hacía seis meses gracias a MindBook y a su extraodinario algoritmo de análisis y propuesta de contactos con afinidad garantizada. El exhaustivo conocimiento del estado laboral, familiar y civil, nivel social y cultural, estado en el sistema –amistades, participación, consumo de libros, películas y programas de TV, suscripciones, contabilidad de likes, etc.– de todos los miembros, combinado con la localización geográfica, propiciaba una alta eficacia a esta moderna versión de «celestina», servicio que siempre obtenía en las encuestas mensuales de satisfacción una altísima puntuación.

Inquieto hacía uso del servicio con relativa frecuencia, lo cual podía ser, indistintamente, tanto un indicador de su dificultad como de su reticencia en encontrar pareja estable. El propio Inquieto no lo tenía demasiado claro. La realidad era que sus relaciones con el sexo opuesto duraban menos que un debate en MindBook –caramelos y colegios se encontraban en franca recesión–. Pero con Alma las cosas pintaban distintas. Seis meses de relación, de los cuales, sólo uno de intimidad sexual, eran todo un récord. Quizá se debía a la diferencia de edad –Alma era diez años más joven–, aunque esta circunstancia no era la primera vez que se presentaba. O quizá la clave estaba en su propia edad, obviamente, año a año más provecta. En cualquier caso, el período pre-sexual se consumió con actividades de entretenimiento cultural de amplio espectro que habían sido disfrutadas mutuamente en una clara confirmación de su afinidad multidisciplinar y del éxito de MindBook. Y cuando llegó la relación sexual, más de lo mismo. Sintonía y satisfacción. Fue un mes que transcurrió con la habitual fugacidad de lo excelso, truncado por la desaparición de su padre.

Durante su relación, habían llegado a ese estado de equilibrio emocional que se caracterizaba por compartimentar el espacio común y los espacios privados, disfrutando del primero y manteniendo a salvo de intrusión los segundos, condición garantizada por la decisión de tener sus contados encuentros íntimos en el territorio neutral de un hotel. A pesar de ello, esta coraza preventiva se había aflojado en contadas ocasiones, lo que le había llevado a conocer el porqué del adjetivo «solitaria» de su mindyname, el cual, según le explicó, se debía a una romántica pose de juventud –Alma tenía veinte años al darse de alta en MindBook–, decisión que, muy a pesar suyo, se demostró acertada, a la vista de su fallida trayectoria sentimental durante los últimos treinta años.

Y aquí se encontraba ahora él, recién abierta la puerta, etiquetando esta relación en Pause como una anormalidad positiva en su extensa memoria de eventos sentimentales. Y aquí la tenía a ella, frente a él, con una expresión que parecía transmitir las mismas sensaciones y confirmar la mutua expectativa de retomar el camino.

Tras este fugaz resumen mental, que no le llevó más de dos segundos, correspondió con su mejor sonrisa, la invitó a entrar y la ayudó a despojarse del abrigo y del bolso. Todavía sin palabras, establecieron de nuevo conexión física con el íntimo contacto de sus cuerpos y de sus labios frente a la pequeña pantalla del recibidor, supuestamente ajena a la romántica y prolongada escena.

–Feliz cumpleaños –fueron las primeras palabras de Alma, tras concluir el tórrido saludo.
–Te veo muy bien. Gracias por venir.
–¿Quién podría negarse a la atracción de una comida clásica? –bromeó ella.
–La sinceridad ante todo –respondió él, con un leve mohín de resignación.
–Bromas aparte, la verdad es que echaba de menos una sesión contigo en directo. Aunque comiéramos píldoras –susurró con tono de picardía y complicidad.
–Te aseguro que el menú no incluye píldoras. Nada sintético. Todo de lo más natural. Incluso la sobremesa –arrastró la coletilla, interpretada acertadamente por Alma, a juzgar por su profundo suspiro acompañado de un acentuado relame.

Con ella colgada de su brazo, entraron en sus dominios.

Continuará...    

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