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miércoles, 27 de marzo de 2013

MindBook - 04: Slow-rewind

Capítulos anteriores: 01, 02, 03

Sentado en el sillón sintió acercarse el torrente de recuerdos. Consiguió detener el proceso fijando su atención en el curioso término. Rebobinar..., otro atavismo. Le volvió a sorprender la extrañeza que de un tiempo a esta parte le provocaban determinados términos al uso que nunca le habían preocupado lo más mínimo. Recordó su origen con una visita rápida –de ida y vuelta– a su juventud. El recuerdo recién importado consistía en una batallita del abuelo donde le había hablado de unos extraños artefactos llamados magnetófonos que grababan audio en una cinta que se enrollaba en unas bobinas. Rebobinar era el proceso por el que retrocedías en el tiempo –de grabación, por supuesto– y tras pulsar stop, seleccionabas la grabación deseada. El abuelo también le explicó que le gustaba observar el giro de las bobinas. Lento y cadencioso durante la grabación/reproducción y rápido en el avance/retroceso. Y que le fascinaba el sibilante ruido que emitían al girar fast en los magnetófonos de calidad. Incluso evocó el suave tacto de las teclas y el contundente sonido con el que confirmaban la maniobra, del mismo modo que le agradaba sentir –en la más amplia acepción del término– el cierre de puerta de un buen coche. Todo un festival sensorial. Que diferente a lo de ahora, cuando los coches eran silenciosos hasta en eso y tan complejo concepto se había convertido en un metafórico vocablo venido a menos, donde la belleza de los orígenes se reducía a fijar la mirada en uno de los siete botones virtuales en la pantalla de MindBook: doble flecha atrás –fast-rewind–, flecha atrás –slow-rewind–, doble barrita –pause–, cuadradito negro –stop–, flecha negra –play–, flecha adelante –slow-forward–, doble flecha adelante –fast-forward–. Decidió jugar con el concepto, intentando controlar el flujo de sus recuerdos. Parecía claro que ahora se encontraba en stop. Haciendo caso omiso de su dolor de cabeza, pulsó mentalmente slow-rewind e, inmediatamente, stop. Para ser la primera vez, no le había ido tan mal: el día de ayer se materializó vívidamente en su mente. Por suerte, la memoria próxima todavía le funcionaba perfectamente.

Se vio a sí mismo abriendo la caja que su padre guardaba en el fondo del armario de su habitación. Conocía su existencia desde hacía tiempo, pero el respeto a su progenitor y una difusa pero persistente sensación potencial de peligro le había impedido fisgonear. Esta sensación se veía reforzada por un hecho que admitía pocas interpretaciones: su padre jamás le había hablado de ella. Otro factor sumamente interesante era que no estaba cerrada. Por no tener, no tenía ni cerradura. Esta extraña circunstancia le había producido profundas dudas existenciales. ¿Acaso deseaba su padre que furtivamente accediera a su contenido? ¿Se trataba de una prueba? ¿Ocultaba una trampa? Decidió olvidarse de ella y considerar el asunto de la caja una demostración de confianza por parte de su padre. Sus motivos tendría para no enseñársela. Dio por buena la ocultación de la caja y no volvió a pensar en ella hasta hacía unos días. Pese a que, por esperada, no fue traumática, recuperarse de su partida le llevó más de tres semanas. Durante este tiempo ni entró en su habitación. Llevaban veinte años como pareja bajo el mismo techo, el tiempo que faltaba su madre. Mucho tiempo para olvidarse así como así. El hecho de no tener pareja estable ni descendencia había facilitado su permanencia en el hogar paterno, circunstancia, por otra parte, de lo más habitual desde los tiempos de la gran crisis. Una vez estabilizado emocionalmente, entró en la habitación, la limpió, recogió su ropa y pertenencias y al abrir el armario, allí estaba. Le dio la impresión de que más visible, más accesible. No estaba en el fondo, no hacía falta agacharse para verla. Asomaba su parte delantera a modo de tentación prácticamente irrechazable. No tuvo ninguna duda de que su posición no era accidental. Ahora quería que la viera. Como un último homenaje a su memoria, resistió la tentación y no la abrió. Decidió dedicarle atención absoluta. Terminaría con lo que estaba haciendo y esperaría al fin de semana, la víspera de su cumpleaños. Y aquí estaba de nuevo. Rebobinando, en plena recreación mental. Pero se sentía como si estuviera allí. A fin de cuentas, sucedió ayer.

Inquieto8! terminó de abrir la caja y se quedó boquiabierto.

Continuará...

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