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sábado, 23 de marzo de 2013

MindBook - 01: Despertar y desayuno


Sonó la alarma y tras desperezarse un poco, se levantó, cuidándose muy mucho de no dirigir la mirada a la pantalla de la pared, el origen del desaguisado. En ella, sobre fondo negro azabache, titilaba un pequeño guión blanco, reminiscencia atávica y un punto perversa de los primitivos ordenadores personales de mediados del siglo pasado. Se llamaba «cursor». Inquieto40320 lo sabía de primera mano porque se lo había contado su abuelo en una de sus recurrentes batallitas que a medida que se hacían añejas (el abuelo hacía 40 años que faltaba) se iban convirtiendo en mitos. No todos tenían la suerte de haber contado con información oral y fidedigna sobre los orígenes de MindBook. Pero tiempo habrá de profundizar en esto. Por esta vez, siguió las directrices y abandonó estos pensamientos, preparándose para iniciar la jornada.
Sin dejar de mirar al frente, se dirigió al cuarto de baño, único espacio de la vivienda donde disfrutar de una relativa intimidad al no contar con las omnipresentes pantallas de MindBook. Ni que decir tiene que esta concesión del sistema era de agradecer, aunque se trataba de una mera ilusión, dado que, merced a ella, el sistema podía –este condicional tenía su importancia, también perversa– conocer el tiempo exacto que cualquier sujeto se ocultaba a su control. Pero no dejaba de ser reconfortante la sensación de que dentro de este cuartucho el sistema ignoraba si uno estaba haciendo sus necesidades, hurgándose la nariz o, simplemente, pensando. En cualquier caso, Inquieto8! –en un romántico intento de resistencia pasiva, Inquieto40320 gustaba de llamarse así, utilizando la abreviatura culta y matemática que utilizaba su padre, en lugar del vulgar ordinal asignado– hizo todo lo que tenía que hacer en el plano físico, dejando cualquier actividad mental para más adelante. Una vez reseteado físicamente –los anglicismos estaban al orden del día–, abandonó el refugio de intimidad y penetró en espacio controlado.
A sus 60 años gozaba de buena salud y se encontraba en plena madurez ya que la esperanza de vida estaba sobre los 95 años. Su padre había fallecido hacía un mes a los 90 y este hecho había representado un duro golpe para su rutinaria existencia, máxime cuando Inquieto8! no tenía pareja estable ni descendencia, decisión absolutamente consciente y meditada. Por lo tanto, estaba solo, sentía hambre y se tenía que preparar el desayuno, por lo que penetró en la cocina y, como cada mañana, dirigió rápidamente la mirada hacia la pared derecha en un intento fallido de cazar el cursor. Como era de esperar, antes de verlo, el cursor desapareció y la pantalla cobró vida inmediatamente. El primer ejercicio matinal se estaba convirtiendo en todo un reto.

El primer contacto matutino con el sistema resultaba hasta gratificante. MindBook conocía a la perfección sus preferencias sensoriales por lo que la paleta de colores, la música, el nivel y hasta la ecualización sonora respondían exactamente a sus necesidades, con lo que el nivel formal de satisfacción inicial no podía calificarse de otra forma que óptimo. Otro tanto se podía decir de la disposición de los elementos de la pantalla de inicio, tanto en su estructura como en su contenido que, en su caso, era bastante frugal: "Últimas noticias" –opción no configurable, reminiscencia del ancestro Facebook– y la bandeja de entrada de mensajes «privados». Nada más. En su parte superior destacaba la fecha y la hora: 8:05 23 de marzo de 2065. Era el día de su cumpleaños y MindBook se lo recordaba. Haciendo caso omiso de los 793 mensajes, mojó el pan en los huevos –ahorramos al lector la peregrina descripción de la fritura– y se sumergió en las últimas noticias.
MindBook mantenía la terminología tradicional y todo giraba en torno a las «publicaciones». Para que alguien tuviese acceso a cualquier información, ésta debía publicarse. Y nunca mejor dicho, porque el concepto de «público» se sublimaba. Excepción hecha de las publicaciones de los “amigos”, las cuales se restringían al círculo de amistades, el resto de las publicaciones, es decir, todas las generadas por el sistema, eran tan públicas que TODOS las veían y las leían –o lo hacían ver–. Evidentemente, en el idioma del perfil del usuario. Por lo tanto, aquí tenemos a Inquieto8! desayunando y leyendo –o fingiendo leer– el noticiario único y oficial.
Nuestro personaje no se podía quitar de la cabeza los tiempos pasados, no tan lejanos, en los que se podían comprar periódicos que decían cosas distintas de las mismas cosas, situación dañina que no hacía más que aumentar la confusión de las pobres gentes ávidas de verdad. Esto terminó con su 30 cumpleaños. En 2035 culminó un proceso imparable de normalización política que dejó en agua de borrajas la multiculturalidad y la globalización con que se estaba alterando el equilibrio inmutable de los mercados. La inacabable crisis económica consiguió lo que no habían conseguido dos guerras mundiales y cientos de trifulcas tribales: la «tribu universal». Cómo se consiguió sigue siendo una incógnita y, la verdad, no creo que sea demasiado relevante. Sin duda, lo sabrán los que lo tienen que saber, pero la gente de bien no lo necesita. El hecho de que se había conseguido quedaba meridianamente demostrado con MindBook, responsable consensuado por los poderes fácticos de facilitar una visión unificadora y uniforme de la realidad, más allá de tópicos y conceptos vacíos, afortunadamente ya periclitados, tales como la realidad virtual, la realidad en 3D o la realidad aumentada. Se acabaron los adjetivos. Realidad de la buena y punto.

Inquieto8! simultaneaba la lectura –es un decir– de las «noticias» con estas reflexiones, quizá hoy más presentes por cumplir 60 años de vida y 30 desde su cambio de nombre y su alta en MindBook y no pudo evitar un atisbo de duda e incomodidad. La sensación no era nueva. En ocasiones, había hablado de ello con su padre, a quien no le gustaba nada hacerlo. Parecía que plantear reticencias y dudas sobre el sistema era tabú. Recordaba que algo parecido sucedía con el abuelo cuando le preguntaba por la guerra civil en la que su padre –el bisabuelo–  había sido protagonista.Tabú. Mejor no hablar. De hecho, según ellos, no había que hablar. Pero ahora se había quedado solo y no tenía válvula de escape. Decidió darse respuestas. A fin de cuentas, estaba en la flor de la vida. La quedaba mucho tiempo. Y empezaría por recordar la historia. Y por escribirla. Quizá así pudiera plantear –y plantearse– las preguntas adecuadas. Cayó en la cuenta de que ya había cumplido con creces el cupo de tiempo establecido para la conexión matinal –por exceso nunca había problemas– y, dejando los mensajes y las publicaciones de sus «amistades» para más tarde, terminó el desayuno, cargó el lavavajillas y abandonó la cocina. Cinco minutos después, se apagó la pantalla y apareció de nuevo el cursor.

Continuará...

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