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miércoles, 3 de abril de 2013

MindBook - 10: Señales (2)

Capítulos anteriores: 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09


Tras saborear con delectación un sorbito de su copa, el abuelo tomó de nuevo la palabra.

–Y no olvidéis que en nuestro país el número medio de smartTV potencialmente fisgonas es de tres por familia, y subiendo. De hecho, en esta casa, a pesar de vivir yo solo, hay dos. Como ves, Alberto, no me opongo al progreso –su abuelo, con expresión visiblemente cansada, le sonrió.
–Vamos al grano. ¿Más señales? –apremió su padre.
–Por descontado. Todo lo smart. Mira tu smartwatch. Sincronizado con tu smartphone y capacitado para informar a quien le interese de tus constantes vitales. Si citar que, desde hace ya años, estás permanentemente localizado y localizable, con una precisión en exteriores de unos diez metros.
–... –silencio en la mesa.
–Y tu nuevo smartcar. Hasta aparca solo. Por descontado, con conexión permanente con «la nube». A saber que más hará –ahora, la expresión del abuelo era de suficiencia.
–Pues a mí me sigue pareciendo una maravilla muy práctica –su padre seguía en sus trece.
–Os diré lo que pienso de tanto smart y de tanta «nube». Cada vez somos menos inteligentes y cada vez estamos más «en las nubes». Esto es lo que pienso. Y que conste que me incluyo –puntualizó.

Sin duda, toda una declaración de principios que definía perfectamente la posición del abuelo. La expresión de su padre evidenciaba que no compartía en absoluto esta lapidaria opinión. Su madre permanecía inexpresiva, como si todo esto no fuera con ella, y respecto a él mismo, Inquieto8! percibió perfectamente el movimiento compulsivo de su culo sobre el asiento. A nadie le gustaba que le tratasen de tonto. Pero su abuelo no había terminado:

–En la actualidad, más del sesenta por ciento de las empresas públicas y privadas alojan las copias de seguridad de tooodos sus datos en la nube –dejó de enfatizar «la nube» y se columpió ampliamente en el «todos»–. Esto me parece una soberana estupidez que, en sí misma, aunque mi teoría no se cumpla, tarde o temprano les pasará factura. A ellos, y a todos nosotros.
–En cambio, a mí me parece una solución muy económica y práctica –sentenció su progenitor.
–Pues nada, esperemos a que lo estén todas. Entonces, toooda la información de tooodas las empresas del mundo estará en la nube. Por lo tanto, quien la controle, las controla.
–Nadie controla la nube. Todos saben que se autogestiona –su padre acompañó la frase con un ademán de suficiencia.
–Lo de «nadie» me parece una afirmación tópica e inmensamente ingenua. Quizá hoy la controlen muchos, aunque me inclino por que realmente son muy pocos. Pero mi teoría es que, más pronto que tarde, esto cambiará –su abuelo era de convicciones fuertes.
–Lo que no podrás negar es que «la nube» te obsesiona –su padre volvió a exagerar la pronunciación.
–No es ninguna obsesión. Soy sensible a las señales. Prácticamente todo está online. El contacto físico se está haciendo extraño y las relaciones se hacen cada vez más impersonales. Hasta se ha extendido el uso del vocablo contactless inicialmente reservado a las actuales tarjetas de crédito. Compras de toda índole, reserva de viajes, administraciones, hacienda y banca telemática, autodiagnóstico, consulta, medicación e historial médico, música, libros, revistas, televisión, conocimiento, perdón, wikipedia –con tono irónico–, redes «sociales» –el abuelo no pudo evitar impostar un exagerado tono de desdén–, correo, chats, voz sobre IP, teleconferencia, blogs, juegos, etc, etc. Todo esto ya es irreversible –sentenció–. Aunque, bien pensado –corrigió inmediatamente–, de señales nada. Esto son hechos. Todo potencialmente grabable y no sabemos en qué medida, grabado –calló, tomó aire, un sorbo de Macallan, otro sorbo de agua fresca y, saboreándolo todo con ostentosa fruición, recorrió lentamente con la mirada a la exhausta concurrencia. Sin duda, estaba disfrutando.

El silencio se adueñó por un momento de la estancia. Inquieto8! creyó que, por error, había pulsado pause. Pero no. Se estaban tomando todos un respiro. Recordó entonces que, en su juventud, más o menos por el tiempo del recuerdo, era costumbre decir que había pasado un ángel. En la actualidad, hacía lustros que no se hablaba de ángeles. Ni de demonios. Otra costumbre desaparecida. Concluyó consigo mismo que no se trataba de una de las más importantes. Y empezó a nacer en su mente la sensación de que ahora tenían otra clase de mitos, quizá más peligrosos. Por ejemplo: la pretendida bondad, equidad y ecuanimidad de MindBook.

Continuará...

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