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sábado, 6 de abril de 2013

MindBook - 12: El (re)Bautizo

Capítulos anteriores: 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09, 10, 11


Siendo esta la segunda estación de su particular viaje hacia el futuro desde el fondo de sus recuerdos, Inquieto8! no deseaba tener dudas sobre el año en que se encontraba. Permaneció atento al carrusel y no se le escapó el último número presentado: 2035. Por lo tanto, el salto había sido de quince años. Había iniciado el viaje en 2010, cuando contaba 5 añitos de edad y la siguiente parada en casa de su abuelo, la que acababa de abandonar hacía poco más de dos segundos, fue en 2020. Convenientemente adquirido el número, desapareció inmediatamente, se abrió su mente al recuerdo y se vio en su propia casa, la del sillón, la que le estaba esperando al final del viaje. De hecho, estaba en el mismo salón. Giró la cabeza y se encontró con su padre sentado en el sillón a su derecha. El decorado y mobiliario no se correspondían con los actuales –los del no-recuerdo–, pero esto no le sorprendió lo más mínimo pues los reconoció inmediatamente. Sólo habían transcurrido treinta años. Los mismos que él tenía ahora –en el recuerdo, por supuesto–. Reparó especialmente, por contraste con la actualidad, en la smartTV, mucho más pequeña que la pantalla mural de MindBook y en las estanterías de la biblioteca repletas de libros. Se vio con una tableta en las manos, conectado a FaceBook. Su padre le estaba hablando y le sorprendió el tono con que lo hacía, por lo que se abandonó al recuerdo y prestó atención:

Alberto, ya sé que estas cosas no te interesan demasiado y que a la juventud actual no le gusta comerse el coco, pero están pasando cosas que nos afectan y que debemos comentar.

Alberto advirtió inmediatamente la enfatización del nos y no le gustó ni un pelo. Su padre parecía estar a punto de soltar una perorata trascendente.

–Desde hoy FaceBook pasará a llamarse MindBook y deberemos cambiar los nombres de nuestras cuentas. No sé que más decirte. Parece que se abre un período de cinco años para proceder a un cambio de sistema cuyos detalles no nos han explicado pero que se anuncia como de alcance universal –era una forma de empezar, pensó su padre.
–Lo de FB ya lo sé. Llevan días anunciándolo desde dentro. Pero de lo otro no tenía ni idea –contestó con tono desganado, haciendo gala de su evidente desinterés por las noticias de actualidad.
–La noticia es de hoy. Como nos dan cinco años, dicen que seguirán informando. Parece que sólo quieren prepararnos –replicó su padre.

Inquieto8! pulsó Pause. Le sorprendían dos cosas. Su padre se refería siempre a «ellos» de una forma ostensiblemente impersonal. Resultaba evidente que eran «los que mandaban» y que esta forma de expresión era impostada, consciente y deliberada. Y por otra parte, su pasotismo. Para él todo un descubrimiento. No era consciente de ello. Se tenía por una persona integrada y respetuosa con el sistema. Sencillamente, no se reconocía. Aparcó sus reflexiones y pulsó Play. Se volvió a escuchar a sí mismo.

–Pues no me parece mal. Ya me estaba cansando de mi perfil. Pero pensar en uno nuevo es toda una paliza. Mientras sea distinto me vale. ¿Tienes alguno que proponerme? –arrastró cansinamente las palabras al igual que se arrastraba su energía.
–Pues sí. Como ya me lo esperaba de tu actitud vitalista, he pensado uno –contestó su padre, con un ligero tono de reproche.

La sorpresa de Inquieto8! iba en aumento. Decidió no parar el recuerdo y continuar asistiendo impávidamente a esta inédita y esperpéntica demostración de convivencia paterno-filial. Dejaría las valoraciones para su regreso al mundo real.

–¿Y cuál es? –el tono de Alberto indicaba interés; toda una novedad.
Inquieto. Me gustaría ponerte Inquieto –su padre le miró expectante.
–¿Es coña? –inquirió Alberto, no demasiado seguro de que su padre no le estuviese tomando el pelo.
–En absoluto. A pesar de tu carácter actual, siempre me lo has parecido. De pequeño no podías parar quieto y estoy convencido que tu actitud es pasajera, inducida por la lamentable situación política y económica –Alberto, a sus treinta años, estaba en paro cuasi perpetuo– y que, ante el cambio radical que se avecina, quizá necesites hacer honor de nuevo a esta condición. Y este nombre puede ayudarte a hacerlo –ahora el tono de su padre se había vuelto solemne.
–Caramba papá, menudo discurso. Pues nada, Inquieto seré. Vamos a dar de alta la cuenta –en el fondo, se sintió agradecido por no tener que pensar demasiado.
–¡Ostras!, me ha dado Inquieto40320 –exclamó sorprendido–. Debe haber mucha inquietud con estos cambios –bromeó–. Cambiemos el nombre –urgió, dirigiendo la mirada a su padre.
–Ni mucho menos. Creo que es una muy buena señal. Además es un número muy bonito. Es ocho «factorial». Te llamaré Inquieto8! –su padre, acentuó la pronunciación del ocho y sonrió feliz.

Alberto abrió los ojos de par en par. No tenía ni idea de lo que decía su padre. El nivel cultural de la época no estaba para jueguecitos matemáticos. Sabía que su padre, además de tener una facilidad innata para los números, había disfrutado de los últimos coletazos de una educación que todavía concedía una cierta importancia al esfuerzo y al conocimiento básico, a una cultura general que incluyese ciencias y letras como soporte y cemento de la necesaria especialización. Pero lo del «factorial» se le antojaba un término solo apto para iniciados o para miembros de una secta, suponiendo que su padre perteneciese a una.

–¿Porqué sólo has nombrado el ocho y has elevado la voz al pronunciarlo? –preguntó interesado.

Entonces, su padre le explicó el significado de un número factorial, cogió papel y lápiz, escribió el nuevo mindyname de su hijo y, con la ayuda de la calculadora, le demostró que era ocho factorial. Luego, lo escribió con la notación adecuada y Alberto, al ver el signo de exclamación, lo entendió inmediatamente. Y le gustó. Se llamaría Inquieto ¡ocho! También le explicó que entre 40320 Inquietos sólo cinco podían ser objeto de esta abreviatura –descartó el 1 y 2–. Y que el próximo factorial sería Inquieto362880. Y que, con toda probabilidad, Alberto sería el último de los factoriales. Padre e hijo se sintieron muy satisfechos con la peculiar exclusividad numérica de su mindyname y recordaron que el abuelo acostumbraba a resaltar esta inquietud. Y recordaron también su obsesiva teoría de las señales, la cual, a la vista de los hechos, no parecía estar demasiado desencaminada.

A todo esto asistió Inquieto8! desde el recuerdo. No sólo al frío diálogo como en casa del abuelo. Ahora sintió como reales todas las percepciones recordadas, los sentimientos de hace treinta años, los cuales, en su realidad actual –la de 2065–, más allá de detalles fugaces, le resultaban absolutamente inéditos. Sin duda, los había olvidado. Y seguía perplejo. Pulsó Fast-forward, deseoso de finalizar el viaje y hacer balance. Pensó que ya debía faltar poco.

Continuará...

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