Si visita este blog por PRIMERA VEZ, le recomendamos leer EN PRIMER LUGAR Empezando por el principio.


domingo, 28 de octubre de 2012

Construyendo la Realidad

No es la primera vez y, con toda probabilidad, no será la última, que me refiero a la mecánica cuántica. Este hecho, más allá de lo que se podría calificar como una fijación mental, lo fundamento en mi reciente afición por el tema y en las coincidencias que encuentro entre la interpretación de sus claves principales y la cotidiana "normalidad" de nuestra existencia. Siento como si la mecánica cuántica, dejando aparte sus complejos entresijos teóricos, "a todos los efectos prácticos" (esta es la escapatoria de los científicos a los incómodos retos cuánticos), hubiese conseguido acercar la ciencia a la vulgaridad y simpleza de nuestro día a día, dándole un potente soporte científico. De hecho, está ampliamente reconocido (exceptuando a los filósofos fundamentalistas) que la irrupción de la relatividad y de la mecánica cuántica (ésta última en mayor medida) marcó el encuentro de la Conciencia con la Ciencia y la reducción de la frontera entre el pensamiento abstracto y la "racionalidad" científica (las comillas expresan el reto a la intuición y al sentido común, propio del nuevo paradigma). Pero no me quiero extender más. Las consecuencias de este encuentro ya merecieron detallada atención en "Ética cuántica, rampas y escaleras". Sigamos.

Construyendo "nuestra" realidad.
Algunas interpretaciones de la mecánica cuántica sostienen que la observación crea la realidad. Esta afirmación está basada en el principio de incertidumbre, tratado someramente en el artículo "El Nobel de Física y la Libertad", por lo que no pienso ponerlo en el foco del tema (aunque, si no está fresco, recomiendo la lectura del artículo antes de continuar). La intención de hoy es extrapolar el concepto y las consecuencias del colapso cuántico de la función de onda (provocado por nuestras decisiones) al ámbito de nuestra relación con el entorno y nuestra influencia en el devenir de la realidad. A tal efecto, planteo y me respondo las siguientes cuestiones:

¿En cuántas ocasiones no hemos provocado con nuestros actos una realidad que no hubiese existido sin nuestra interacción con el medio?

En general, antes de realizarlos, no somos demasiado conscientes del efecto de nuestros actos. Las consecuencias de una decisión, perfeccionada en un acto (o en una omisión), siempre crean una realidad, una situación, específica. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta es: en todas. Resulta obvio: todos nuestros actos provocan consecuencias. De nosotros depende minimizar (o intentarlo conscientemente) los riesgos. No es garantía de éxito (aquí entra en juego la incertidumbre y su maquiavélico cálculo probabilístico), pero no intentarlo, aunque acertemos, es sinónimo de fracaso. A menos que nos guste jugar al bingo. Aunque, convendrán conmigo, que hacer esto con nuestra vida no resulta demasiado recomendable.

¿Acaso nuestras acciones no precipitan la creación de una realidad concreta de entre una nube de realidades potenciales no concretadas?

Normalmente, el abanico de posibilidades a nuestra disposición es amplio. Bien es verdad que existen ocasiones en las que todo este rollo resulta superfluo, en las que la decisión es inconsciente e instintiva (p.e. riesgo de supervivencia) u obligada. Pero, en una existencia normal, alejada de catástrofes naturales o personales, son las menos. El problema es que actuemos siempre como si nos encontrásemos en situaciones límite. Sin pensar, de forma instintiva (hay quien hace gala de su "buen" instinto). Por lo tanto, debemos ver la vida como un cálculo de probabilidades. Estar atento a todas las opciones y a sus consecuencias y, racionalmente, elegir la que creemos mejor opción. Estos temas los tratamos en "Pensar antes de actuar" y en "Decidir es lo que importa".

¿No es cierto que nuestra existencia se evidencia por las consecuencias de nuestros actos, los cuales concretan nuestra realidad, y que sin actos, sin observación, sin medición, no existiría realidad alguna?

Esta razonamiento ya ha quedado expuesto en múltiples ocasiones. Si no hiciésemos nada, no existiríamos. Cuando se me ha discutido este planteamiento (recientemente, uno de mis hijos) se ha argumentado que ésto (no hacer nada) es imposible. Obvio. Y este argumento es, precisamente, la clara demostración de la bondad de mi aseveración: "Actúo, luego existo". Un ente que "sólo" piense, puede que exista, pero nadie se entera. No es precisamente la forma de existencia que a mí más me gustaría.

¿No suena ésto sospechosamente a colapso de la función de onda?

Pues yo creo que sí. La realidad (nuestra realidad) se concreta (¿porqué no decir "se crea"?) tras la toma de una decisión y el acto (u omisión) correspondiente. Cuando interaccionamos con nuestro entorno. Del mismo modo que la indefensa partícula hace acto de presencia en el mundo físico como consecuencia de nuestra observación. La obligamos a abandonar su cómoda "nube" de probabilidades. Lo que "podía" suceder, ya "ha" sucedido. La potencia se ha convertido en acto. Se ha roto la incertidumbre. Pero...¿qué tal nos ha ido?

¿No es la incertidumbre la que nos induce a reflexionar antes de tomar una decisión?

Pues no a los que se creen poseedores de la verdad absoluta. Citaré aquí dos frases de líderes políticos recolectadas del barrizal en la última semana: "No sé lo que voy a hacer hasta que tengo que hacerlo" y "Lo importante es el qué; el cómo ya lo veremos luego". Nótese que no ha dicho "No pienso...", ha dicho "No sé...". Es decir, no piensan, saben. Deciden y punto. En cambio, los pobres de a pie, deben "pensar antes de actuar". Deben ser conscientes de que la verdad no existe. De que la única verdad es la incertidumbre. Y que en esta incertidumbre debemos basar nuestra reflexión. Previa a nuestros actos.

Bienvenida sea pues la incertidumbre. Creo que, basados en ella, estaremos en mejores condiciones para construir una mejor realidad. Y si la hemos de fabricar, fabriquemos productos de calidad y excelentes. A fin de cuentas, estamos hablando de nuestra propia existencia. Incorporemos la consideración de la incertidumbre a nuestra ética personal. Abandonemos el dogmatismo y las verdades absolutas. Por una sencilla y aplastante evidencia: no existen (y entenderé que se me aplique mi medicina y que alguien me pregunte: ¿estás seguro?). Debo reconocer que cada vez me gusta más la física cuántica.

"La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ello, no desaparece" (Philip Dick).
"Las observaciones no sólo perturban lo que se mide, sino que lo producen" (Pascual Jordan).
"Los átomos o las partículas elementales en sí no son reales; constituyen un mundo de potencialidades o posibilidades y no cosas o hechos" (Werner Heisenberg).

Y yo me pregunto: ¿acaso no estamos hechos de átomos y de partículas elementales?

No hay comentarios:

Publicar un comentario