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lunes, 1 de octubre de 2012

Ética cuántica, Rampas y Escaleras

"Pero se me ocurre que podría existir una ética de lo cuántico, ya que este pensamiento (física cuántica) podría servir como bálsamo filosófico a aquellos que perdieron su fe en las religiones. Intuyo que, al ser una forma nueva de percibir el mundo, también debería poseer las herramientas (ética) para relacionarnos con él" (Joseba Rast).

Esta razonada frase de un apreciado amigo, combinada con la fascinación que despierta en mí esta rama del conocimiento, me ha llevado a reflexionar sobre el potencial impacto de este encuentro "cuántico" entre la Conciencia y la Ciencia. Puntualizaré que mi sensibilidad hacia la frase no reside ni en mi pérdida de fe en las religiones (no se puede perder lo que no se tiene), ni en la necesidad de bálsamo filosófico alguno. Reside en la evidente "forma nueva de percibir el mundo" que representa la mecánica cuántica, entendiendo como "novedad" la extrañeza o admiración que causa lo antes no visto ni oído (de hecho, la mecánica cuántica no tiene nada de nueva, ya que sus orígenes conceptuales se remontan a los inicios del siglo pasado).

En mi opinión, que creo será compartida, el cambio conceptual determinante ha sido el abandono de lo continuo en favor de lo discontinuo, de los valores discretos. Esto es lo que representa el "cuanto". Y este cambio de paradigma es el que va a ser objeto principal de este artículo, el cual, dada mi ignorancia matemática y mi egoísta preocupación por no abusar de la paciencia de los sufridos lectores y conseguir mantener su atención, será desarrollado en forma de reflexión metafórica.

Me parece bastante apropiado asociar la concepción clásica del universo con una rampa. Una rampa evoca inmediatamente el concepto de continuidad y determinismo. En principio, podríamos decir que su bondad radica en la facilidad para alcanzar una meta más elevada. También proporciona una cierta sensación de seguridad. De ver "lo que viene". Pero esta bondad es algo ficticio. Paradójicamente es perversa. No te puedes parar. Irremisiblemente, tu destino está determinado. O sigues subiendo o te caes. Si te paras, necesitas soporte externo, un apoyo. En definitiva, no dependes de ti mismo. En cierto modo, representa el paradigma de la inestabilidad. No hay más que ver al pobre Sísifo con toda su carga a cuestas, sin poderse parar a recuperar el resuello.

En cambio, me gusta la escalera. Y esto es lo que representa el "cuanto". Escalones. Avanzar paso a paso. Estabilidad. Libre albedrío. Dependes de ti mismo. Si te paras, puedes recuperarte y continuar tranquilamente tu ascenso o descenso. Sin posturas intermedias. Sin relativismos. Sin equidistancias. Estás donde estás y punto.

Y si consideramos la pendiente de la rampa o la altura de los escalones, más de lo mismo. Una rampa de gran pendiente es un gran incordio. En cambio, un escalón alto te estimula. Puedes escalarlo con mayor o menor dificultad. Pero sabes que cuando llegues a lo alto, has culminado una etapa. La consolidas, descansas y a por otra.

Resumiendo: Libre albedrío frente a determinismo. Libertad individual frente a "la fuerza del destino". En definitiva, me gusta la ética cuántica. Me parece más humana. Me parece más "ética". Incorporemos su "aroma" a nuestra ética personal. Sin duda, le podemos conceder los atributos que perseguimos: Calidad y Excelencia.

"Es la comprensión revisada de la naturaleza del ser humano, y del papel causal de la conciencia humana en el despliegue de la realidad, esto es, creo yo, la cosa más apasionante sobre la nueva física y, probablemente, en el análisis final, la contribución más importante de la ciencia al bienestar de nuestra especie." (Henry Stapp)

1 comentario:

  1. La característica de lo cuántico además del 'escalón' es que toda partícula es parte del Todo y es materialización de la Energía.

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