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domingo, 30 de junio de 2013

El Verdadero Enemigo

Resulta verdaderamente cansino escuchar y leer constantemente sobre una supuesta conspiración universal cuyo único propósito consiste en fomentar y explotar nuestra ignorancia en su propio beneficio. A esta conspiración global, se la denomina frecuentemente El Poder –así, con dos mayúsculas– considerándola responsable de todos los males que aquejan a la humanidad. Este hipotético hecho, por supuesto absolutamente inverificable, es defendido hasta la saciedad por una cohorte de iluminados paranoicos a los que les concederé –no a todos– el beneficio de la duda, atribuyéndoles la mejor de las intenciones –el bien común–, lo que no les absuelve de su acusada ingenuidad y miopía intelectual, así como de su inocultable querencia por la filmografía de James Bond, fuente inagotable de conspiradores, entre los que destacan la pérfida y malvada organización Spectra(1).
El Poder

Por propia experiencia, resulta absolutamente imposible establecer un diálogo racional con ellos, los cuales, indefectiblemente, como corresponde a los poseedores de la Verdad Absoluta, se sitúan –algunos incluso se lo creen– en un plano intelectual y ético superior, además de derivar el discurso, en las raras ocasiones en que se avienen al debate, hacia un maniqueísmo político en el que siempre te etiquetan con el papel de «facha», retrógrado, miembro de la «derechona», representante del Mal, defensor de los privilegios de la Casta Dominante y lacayo del susodicho Poder, hasta el punto de que me han crecido callos mentales, a pesar de mi vetusta y desgastada por el uso chichonera virtual.

Dada la imposibilidad de ponerle cara y ojos al Poder único, acostumbran a definirlo como una federación de organizaciones –son particularmente sensibles a los G...x, aunque la UE está ganando muchos puntos–, foros –por ejemplo, el Foro Económico Mundial de Davos(2)– y personas físicas, entre las que destacan Angela Merkel y Barack Obama, al que empiezan a considerar un traidor, una fotocopia borrosa de George Bush, diablo por excelencia. Todo ello sin olvidar «el lado oscuro», «la fuerza», el «poder oculto», constituido por falsas identidades escondidas tras apariencias inocuas o ejemplares, es decir, buenas de solemnidad. De darles crédito, uno debería imaginarse a todos estos personajes juntos –físicamente o en tele-conferencia–, sonriendo malévolamente, frotándose las manos y contando los montones de dinero –en cash, por descontado– al estilo del Tío Gilito, ínclito personaje de los dibujos animados del Pato Donald.

Pero, desafortunadamente –enseguida veremos porqué–, nada más alejado de la realidad. La lógica, la razón, la triste condición humana y el realismo histórico nos lleva a concluir que cada uno de estos personajes –en realidad, la mayoría de los dirigentes y líderes de cualquier categoría– se representan a sí mismos y, como mucho e indirectamente, simulan servir a los intereses de sus dominios de poder –electores, accionistas, etc.–, con el perverso objetivo de asegurarse su posición dominante o la re-elección –vulgo, «poltrona»–, situándose, como hipotético grupo, en los antípodas de una organización coherente con una comunidad verdadera de intereses. Esto es lo que es El Poder universal: Nada. Sobra el mayestático artículo determinado. Lo más que les concedo es que cada uno de ellos representa «un poder» local (con dos minúsculas) y que la suma de todos ellos no sólo no genera sinergia alguna –de hecho, algunos incluso se anulan–, sino más bien un batiburrillo de intereses y deseos que, es de ley reconocer, pueden llegar a ser notablemente molestos –incluso tóxicos– para los simples mortales.

Abona la improbabilidad de su existencia como grupo y su egoísta individualismo la evidente desconfianza existente entre ellos –entre unos más que otros– patentizada por las escandalosas y no desmentidas informaciones de Assange y Snowden –a los que me resisto a calificar de altruistas hermanitas de la caridad– relativas al espionaje realizado por Obama y Cameron al G20 en 2009 –¿sólo?–, a la UE y, supongo, a todo lo que se pone a tiro. Por descontado, el hecho de que no conozcamos las mismas deleznables prácticas por parte de otros miembros del fantasmal Poder oculto no nos debe preocupar lo más mínimo: sin descartar el maniqueo sesgo político, defensor de que «el fin justifica los medios» sólo si viene del lado correcto –el suyo, por descontado–, si existen –la opción más probable– son más hábiles para ocultarlas y si no existen no es porque no lo deseen, sino porque no saben o no pueden(3). No nos engañemos: de escrúpulos morales, nada y menos.

Nos lamentábamos antes de la no existencia de El Poder. Veamos porqué. Ojalá existiese. Esto nos daría un objetivo al que apuntar. Nada es más difícil que luchar contra lo desconocido. Porque esto es lo que es. Incluso para los que defienden su existencia e incitan a luchar contra Él. Juegos florales. ¿Contra qué o quién? ¿Cómo? Mucha pose y mucho mover el culo. Pero nada de nada. Qué lejos están de los que realmente luchan, de los que actúan y no pregonan utópicas conspiraciones universales, sino que sufren en sus carnes el efecto de personajes de mínima catadura moral(4) que desde su parcela de poder –políticos, alcaldes, policías, jueces, funcionarios, chóferes de autobús, ventanilleros administrativos, cajeros de supermercado, etc. etc.– desde la proximidad, desde el día-a-día, te someten a sus arbitrarios designios con el único objetivo de reafirmar su ego y perpetuarse en el cargo. Éstos son El Enemigo. Ésta es la mayor agresión. Y no es colectiva ni se ejecuta desde alejados y ocultos foros de Poder, sino individual y ejecutada desde ahí mismo por personajes a los que, en muchos casos, hemos elegido nosotros mismos. Y esta extremada fragmentación es la que hace difícil la lucha. Demasiados mosquitos. O quizá mejor, cucarachas.

Ya vamos desbrozando el camino. El Enemigo se encuentra en la proximidad. En estas personas que por elección «democrática», suerte, designación interesada, pesebrismo o, porqué no, disputada y difícil oposición, han conquistado una parcela de poder y un sueldo + prebendas(5) que quieren mantener a toda costa, pasando por encima de lo que sea, incluso de los más elementales principios éticos. Caiga quien caiga. Y resulta que el que cae es siempre el otro. Me pregunto lo que les importa El Poder, Davos, Obama o Merkel. Nada. Pero hacen más daño objetivo que todos ellos juntos.

Hablemos ahora de «los otros». De los que sufren los desmanes de «los unos» y que callan o despotrican. De los que asisten impávidamente al cotidiano espectáculo que ofrecen políticos elegidos por ellos mismos discutiendo sobre el sexo de los ángeles o por lo que es casi lo mismo: unas décimas de nota de corte para becas, el número áureo de horas de enseñanza de lenguas no tribales o la formación de religión –aquí lo de los ángeles resulta especialmente apropiado–, cuando estamos a la cola de la OCDE, estos mismos políticos han gastado más, nuestros maestros cobran también más y tienen menos alumnos, todo ello referido a la media de esta organización. Estos mismos políticos que nos están mareando con constantes cambios de planes educativos y descalificaciones ad personam más propias de una taberna o de un patio de colegio. También esos «otros», son El Enemigo. Por su pasividad. Por pedir subvenciones. Por esperar que esta pandilla de interesados inútiles les resuelva los problemas o les conceda un momio. Y a pesar de lo cual, o precisamente por eso, les siguen votando.

Los «otros» también son los que ven un robo o un accidente de tráfico y, por no tener problemas, no se alteran y siguen como si tal cosa. Los que, si pueden, se cuelan en la cola del supermercado o del cine. Los que, conduciendo, invaden la zona de exclusión en los cruces y miran con cara de tonto al que se queja y que, por descontado, hace lo mismo –más tarde y en otro cruce, por supuesto– y que tocan el claxon si el idiota que les precede no hace lo mismo. Los que adelantan por el arcén. Los que no pagan en el transporte público. Los que ensucian los espacios públicos con detritos corporales y botellas vacías –enteras y rotas– entre los que chapotean con satisfacción, aunque no consta que se revuelquen. Los que no recogen la caca de su perro. Los que hacen todo eso delante de sus hijos. Los del «ande yo caliente, ríase la gente». Todos estos, y muchos más, son El Enemigo. Están cerca y por todas partes. Incluso dentro de nosotros mismos. Imposible tarea, inabordable desde una perspectiva individual. Porque la solución –es un decir– llegará a ser exigida y, si llega, será colectiva y traumática. La Historia nos ha dado muchos ejemplos. Será impuesta. Y, como tal, injusta. Pero esto es lo que hay. Es la propia condición humana. Nos gusta ser conducidos. Pero nunca nos gusta cómo nos conducen. Desagradecidos. Mientras tanto, procurar ser una anomalía estadística y dar ejemplo.

Por esto, desde el más profundo escepticismo, concluyo:

«Olvidémonos de conspiraciones. El Enemigo somos nosotros mismos»

Notas:
1 - SPECTRE (SPecial Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion; en español SPECTRA: Ejecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo, Venganza y Extorsión) es una organización secreta terrorista que aparece en las novelas británicas escritas por Ian Fleming sobre el espía James Bond, y en las películas y videojuegos basados en esas mismas novelas. Dirigida por el malvado Ernst Stavro Blofeld, la organización apareció por primera vez en la novela Operación Trueno y en la película Dr. No (Wikipedia).
2 - No todo será malo. Entre 1928 y 1929 se realizó en la ciudad un encuentro entre los filósofos Martin Heidegger y Ernst Cassirer en el que debatieron acerca de la conveniencia en la continuidad o no del pensamiento kantiano, acontecimiento al que acudieron importantes personalidades como el pensador judío Emmanuel Lévinas, entre otros. (Wikipedia).
3 - Incluiremos en este grupo a los despechados, a los que como apestados son apartados de los foros del Mal, a los que los critican pero que, si pudiesen, les encantaría ser invitados y practicar el mismo jueguecito y que, mientras tanto, para entretenerse, montan minúsculos «grupitos» prácticamente inofensivos, excepto para sus «administrados», normalmente, a la fuerza. Suele darse el caso de que estos personajes excluidos son también fervientes defensores de la teoría de la conspiración universal y gozan de la simpatía de los poseedores de la Verdad, de los visionarios que tienen la suerte de verlo todo claro.
4 - Éstos y sólo éstos. Sin generalizaciones. También los hay ejemplares.
5 - Procedentes de corrupción o no.

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