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sábado, 2 de febrero de 2013

Beatles, Facebook y derecho a decidir

Este título podrá parecer un tanto incongruente, pero intentaremos darle un sentido. Se ha gestado casi por generación espontánea, aunque, una vez materializado en la mente, me he resistido a cambiarlo. Nace fundamentalmente por la coincidencia de varias circunstancias: La principal es la combinación de encontrarnos en sábado, con más tiempo libre del que dispongo habitualmente (que es bastante), y una más que preocupante carencia de inspiración. A esto se le añade la conveniencia de mantener vivo el blog, el aniversario del concierto en la azotea de los Beatles, una cierta efervescencia en la tribu cuyas causas aclararemos más adelante y como catalizador, la inopinada aparición en mi muro de Facebook de una publicación a la que me referiré también en su momento.
No representa ninguna novedad mi posición actual respecto a Facebook, expresada en varias ocasiones en este blog. Esta posición es el resultado de la maduración sufrida desde mi acceso a este medio hace once meses. A modo de simple resumen, diré que he reducido drásticamente las publicaciones en mi "biografía" (vaya con el nombrecito), he decidido no aumentar mi catálogo de "amistades" (aunque no rechazo las solicitudes) y mantengo actividad en una página donde publico "lo que a mi me gusta", a la que accede quien quiere, tras la pulsación voluntaria del "me gusta" que tiene como consecuencia, también discrecional, el hacer aparecer mis publicaciones en su sección de "últimas noticias".

En cierto modo, por terminar con la introducción, podríamos decir que este artículo forma una trilogía con los dos anteriores. Ahora, intentemos poner un poco de orden en todo este batiburrillo. La reciente efeméride "beatleniana" me hizo aflorar a la mente los motivos del cese de sus conciertos en directo. No recuerdo la fuente, pero, al parecer, estaban hartos (creo que acababan de volver de su gira americana) del permanente e histérico griterío que, además de impedir oir el concierto a los propios energúmenos que habían pagado la entrada, ¡¡¡impedía que se oyeran ellos mismos!!! Llega aquí la conexión con el gregarismo innato del que hablábamos en "De la Tribu al Cosmos". Les comprendo. Viví todo aquello en primera persona y entonces -como ahora- pensaba lo mismo. Consecuentemente, no asistí a sus conciertos en España. Me maravillaba -y me maravilla- visionar conciertos en el Royal Albert Hall, en el Palau de la Música o en el Liceo donde el público asiste en silencio al concierto y se explaya cuando corresponde. Ahora, desde la perspectiva que ofrece el paso el tiempo, estoy absolutamente seguro que, al igual que me hubiese producido un sarpullido encontrarme rodeado de esa multitud aullante, hoy, de ser joven, tampoco me hubiese acercado al Madrid Arena en Halloween o a botellódromo alguno. Y nadie me podrá acusar de no ser un "fanático" de los Beatles. Lo que sucede es que me repele el gregarismo inconsciente, la comunión y fusión emotiva e irracional de la identidad personal con una identidad colectiva sea de la índole que sea. Esto se traduce en la práctica en un sentimiento refractario a todo signo identitario. Me causan indiferencia, cuando no rechazo, los toros bravos, el chotis, la jota, la sardana, la barretina, las banderas, las camisetas del Barça, etc. así como cualquier otro signo que tenga como objetivo la exacerbación de los sentimientos primarios de la especie: la pertenencia a la tribu. Creo que me podría definir como un "Nowhere Man", o, mejor aún, como un "Anywhere Man".

Analicemos ahora la relación existente entre el gregarismo y el "derecho a decidir", expresión que destaco por la omnipresencia de la misma en los medios y en el discurso de determinados líderes políticos. Evidentemente, la inmersión y la correspondiente identificación con el grupo es siempre voluntaria, producto de una decisión, la cual puede ser racional o irracional. Ni que decir tiene que (ignoro si la causa es genética o adquirida) siempre he intentado tomar decisiones basadas en hechos, apoyados, razonablemente, en evidencias objetivas. Para ello, he adoptado algunas medidas tendentes a minimizar la incertidumbre y subjetividad inherente a la realidad percibida. Por ejemplo, leo habitualmente dos periódicos (ocasionamente tres) de tendencias distintas, tendencias determinadas por el apesebramiento actual (los favorables al poder establecido) o futuro (los que tienen expectativas de retornar a la situación anterior, tras la oportuna "vuelta a la tortilla"). Si esto se complementa con la atención a los "informativos" de varias cadenas se puede estar razonablemente en condiciones de tomar decisiones mínimamente racionales. Ni que decir tiene que comprendo y lamento el sesgo y la indefensión de quien sólo lee un periódico (o ninguno) y sólo ve una cadena de TV. El Gran Hermano de Orwell.

Al igual que -por lo menos, todavía- el pensamiento es libre, y que para decidir es necesario pensar, el derecho a decidir también es innato y libre y no es necesario que venga ningún iluminado a defenderlo por nosotros. Toda nuestra vida ha estado trufada de decisiones mejores o peores consecuencia del devenir natural, en las que hemos ejercido nuestro derecho sin limitaciones. El problema aparece cuando te enfrentas, involuntariamente, a la exigencia ineludible de una respuesta binaria del tipo "estás conmigo o estás contra mí". Si además, tienes una pistola en la sien, la cosa llega a su estadio máximo. Siempre me ha fascinado el éxito y la atención dispensada en Facebook a la frase "más vale morir de pie que vivir de rodillas". Me gustaría conocer la decisión que tomarían ante una tesitura real muchos de los ardientes defensores de esta ética ejemplar.

Por lo tanto, el problema real es que te pongan en la tesitura de decidir. Mi padre, actor y sufridor de la lamentable guerra civil, siempre me apercibía del enorme peligro de convertir el derecho a decidir en una obligación, deseando que nunca me tuviese de enfrentar a situaciones de este tipo. Mientras no te preguntan, vives tu vida y tomas decisiones continuamente, pero cuando suena la puerta, abres y te encuentras con un señor que te pregunta si quieres cambiar de suministrador de gas, todo cambia. Invaden tu intimidad. Imaginemos si se trata de una cuestión más espinosa como, por ejemplo, la independencia.

Siempre me ha sorprendido que, por ejemplo, cuando iba a comprar un coche, lo conocía yo más que el vendedor y que cuando suena el teléfono y me pretenden vender un acceso mágico a Internet, le puedo dar lecciones al pobre interlocutor. Por lo tanto, quien está -o intenta estar- bien informado, está en mejores condiciones de tomar decisiones, o de formarse una opinión, sin necesidad de estímulos externos, decisión u opinión que hará valer cuando a él mismo le interese, no cuando le interese a quien formule la pregunta.

Llegamos ahora al catalizador de este artículo y, con esto, acabaremos. Siguiendo con mi filtrado diario de la apabullante avalancha de datos vomitados por los medios de comunicación con objeto de convertirlos en información procesable, al entrar en Facebook encuentro en "mi" biografía una publicación cuyo único objetivo (el de la publicación, no el que persigue quien la ha puesto) es propiciar la adhesión a la petición de "dimisión de la cúpula del PP", donde se aprecian dos "tags" que rezan "lospapelesdeBárcenas" y "quesevayantodos". Para los lectores no locales aclararemos que nuestro gallinero está temporalmente alborotado por unos papeles publicados en un medio (tendencia "a ver si cambia la tortilla") donde se afirma que determinados miembros del partido en el poder (PP) cobraban una soldada oculta. En primer lugar mostraré mi perplejidad por el primer y tercer mensaje (el segundo es meramente descriptivo): Dimisión... ¿y luego qué?; Cúpula... ¿quienes son esos?; Que se vayan todos... ¿todos? En segundo lugar especularé sobre los motivos que han llevado a un "amigo" a colgar en "mi" muro (sigo prefiriendo este término a "biografía") esta extraña publicación. ¿Quizá supone que no estoy enterado del alboroto del gallinero? ¿Es proselitismo para la causa? ¿Quiere que ejerza mi derecho a decidir? ¿Como sabe si soy o no del PP? ¿Lo sabe o no le importa? Porque, según la respuesta a estas cuestiones el propósito sería diametralmente opuesto.

Concluyamos. Esta publicación aparecida en "mi" muro, al igual que muchas semejantes, inunda Facebook. Nadie puede eludir su conocimiento, al igual que, desafortunadamente, nadie puede eludir la frecuente aparición en "últimas noticias" de atentados al buen gusto y a la sensibilidad y creencias de los sufridores lectores. He visto colgado por sus partes al presidente del gobierno, insultos y fotos vejatorias de personalidades políticas, así como violencia verbal y gráfica de género, en una clara demostración de la tolerancia asimétrica y de la (relativa) impunidad tan en boga en Facebook. También referencias ofensivas textuales y gráficas a la máxima autoridad de la Iglesia católica, o a la religión en general, que contrastan con la ausencia de referencias explícitas a la otra religión mayoritaria, la musulmana. Por descontado, nada que objetar a poner en valor el ateísmo, el agnosticismo o el escepticismo político (del que me declaro militante), pero todo que objetar a personalizar críticas ofensivas que pueden herir la sensibilidad de muchos (o pocos).
Si sé que a un "amigo" le gustan las auroras boreales y encuentro una foto peculiar, la comparto en "su" muro. Si encuentro una foto relevante de Londres, la comparto con "amigos" en Londres, pero jamás compartiría una publicación con referencias específicas religiosas, políticas, raciales o sexuales. Asimilo una publicación sesgada (no genérica o amable) en "mi" muro con la llamada violenta en sábado a mi puerta. Debo ponerme las zapatillas, levantarme del sofá, abrir la puerta y encontrarme con la mirada inquisitiva de alguien que me fuerza a ejercer mi derecho a decidir. Naturalmente, puede haberle dado un infarto al vecino, pero lo normal es lo otro. Una invasión de tu intimidad.

Probablemente, todo lo escrito conforma un revoltillo infumable, pero no pienso revisarlo. El propósito era establecer un hilo conductor que tuviera aplicación en el objeto del blog: la ética personal. Mal o bien, he intentado fijar mi posición respecto a los tres componentes del título. Pero me falta exponer mi decisión, ejercer mi derecho: no pienso adherirme a la moción propuesta. Me escapo del gallinero. Punto.

"Así como el silencio puede ser estruendoso, no actuar puede ser la acción más potente"

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