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viernes, 4 de mayo de 2012

Compromisos y Entorno

Si la ética personal la conforman nuestros compromisos y asumiendo que, para poder presumir de un comportamiento ético, debemos cumplirlos, resulta obligado reflexionar sobre los mismos y profundizar en el significado del término.

A pesar de que, tras una lectura rápida y no meditada, podría ser considerado una obviedad y una redundancia, “el primer compromiso debería ser cumplir nuestros compromisos” (patento la frase). A esto añadiremos que este compromiso es el más importante y lo contraemos con nosotros mismos (no es preciso hacer publicidad a nuestro entorno), por lo que se trata de un compromiso interno.

Por lo tanto, los compromisos pueden definirse también como “lo que debemos cumplir”, es decir (en terminología empresarial): los requisitos.

El análisis detallado del término se encuentra en las entradas del blog empresarial “Necesidades y Expectativas” y “Cumplir o No Cumplir” (si no los ha leído, o no están frescos en su memoria, le recomendamos tenerlos a mano). A partir de su definición general, sólo nos queda extrapolar su aplicación al ámbito de la Ética personal mediante unos ejemplos.

En el ejemplo empresarial nos referíamos a los “compromisos” adquiridos con un cliente (receptor de un producto o servicio) que deseaba adquirir un cuchillo (el producto). En nuestro caso, entenderemos como clientes a “las personas físicas u organizaciones que puedan verse afectadas (directa o indirectamente) por las acciones resultantes del cumplimiento de nuestros compromisos” (me ha quedado algo largo, pero no lo he conseguido resumir).

Al objeto de nuestros compromisos externos le llamamos entorno y lo vamos a dividir en dos tipos:
  • Entorno próximo: miembros de la familia y amistades con contacto directo, íntimo y frecuente con nuestra persona, de tal modo que podamos percibir el efecto de nuestros actos. Sus miembros lo son per se. No depende de nosotros. Por ejemplo: esposa, hijos, tíos, amigos íntimos.
  • Entorno lejano: personas (familia o no) y organizaciones de cualquier índole, cuya distancia (física o sentimental) o carácter (dimensión, objetivos, etc.) no permite percibir el efecto de nuestros actos. Por ejemplo: un cuñado en Argentina, la ONU o la Fundación “Intervida”. La composición del entorno lejano es consecuencia directa de nuestros compromisos externos. Si una persona u organización no es objeto de ningún compromiso, no forma parte de nuestro entorno (por ejemplo, en mi caso, la Federación Española de Actividades Subacuáticas).
Obviamente, los compromisos internos los adquirimos con nosotros mismos (no somos entorno, siempre estamos en la lista).

Veamos ahora unos ejemplos de compromisos con el entorno próximo (relación no exhaustiva): Con nuestro hijo:
  • requisitos (establecidos): darle la paga convenida, permitirle una hora de videojuegos, etc.
  • necesidades (inherentes): vestir de forma adecuada, comer variado y suficiente, relacionarse con sus amistades en la forma y tiempo adecuadas a la edad, etc.
  • expectativas (de estima): más atención por parte del padre, menos actividades extraescolares, montar a caballo, etc.
Conviene resaltar que el entorno próximo es impuesto (no voluntario), por lo que resulta de extrema importancia ser sensible a la satisfacción de todos sus miembros. Además, en particular, llamamos la atención sobre la dificultad que plantea la identificación de las expectativas. Los requisitos, por su condición de explícitos o establecidos, han sido negociados, convenidos y, en último término, comprometidos con nuestro hijo y las necesidades responden a los hábitos sociales o culturales al uso. Pero las expectativas no las va pregonando a los cuatro vientos. Son personales y, normalmente, íntimas (p.e. nuestro hijo puede desear menor atención). Es nuestra responsabilidad identificarlas con objeto de, en la medida de lo posible, atenderlas y aumentar la satisfacción del cliente (en esta caso, nuestro hijo) y, como efecto colateral, la nuestra.

Finalizaremos con los compromisos con el entorno lejano, los cuales, siempre son voluntarios (nadie nos obliga a colaborar con una ONG). Siguiendo con este ejemplo, suponemos que el cumplimiento de un requisito (de la ONG) tal como pagar el recibo mensual, satisface sus necesidades y expectativas (las estatutarias). Nunca sabremos si las cumple realmente ni, tan siquiera, si gestionan adecuadamente nuestra aportación. Pero no nos importa porque, en una extraña combinación de egoísmo altruismo, satisface las nuestras, gracias al cumplimiento de un compromiso interno (p.e. contribuir a disminuir la pobreza en el mundo).

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